lunes, 25 de febrero de 2008

Asesinato en Wilkin Street

No tenía a nadie que matar a la redonda. Sacó el revolver y disparó a un farol. En un instante, fulminó a su sombra.

lunes, 4 de febrero de 2008

Departamento 904, Entrada F

En el departamento 904, entrada F, edificio XXXII, de la Unidad Tse Tung, con una ventana hacia la negra avenida Da Xing Lu y otra que da a las grises paredes del empolvado edificio XXX, en las afueras de la ciudad de Xian, vive Xiao Lu, último sobreviviente del planeta.

Xiao Lu se confecciona un amigo con un balón de fútbol como lo vio en una película americana. Está incrustando estambres con una aguja gruesa sobre la esfera para crear una cabellera verde. Pondrá un par de botones para formar los ojos y aún no decide qué color usar para pintar la boca.

Lleva tres días enclaustrado en su departamento, no ha salido para nada. Mantiene sus ventanas medio cerradas con cortinas que apenas dejan pasar la luz. Se respira una atmósfera gris, pesada.

Incrusta a su nuevo amigo en un palo de escoba. Le habla en un tono distante. Xiao Lu no se convence de platicar con un balón. Abre la ventana, mira hacia el horizonte y suspira. Intenta de nueva cuenta hablar con el balón. Es domingo y no tiene nada mejor qué hacer. Sin embargo, su amigo esférico sólo resalta su desafortunada situación.

Toma el teléfono, marca un número para escucharlo sonar, diez o quince veces, antes de cortarse. Marca otro número y contesta una grabadora. Suspira y exhala un respiro profundo de melancolía. Se lleva la mano a la frente y deja salir una lágrima. Vuelve con el balón.

Le explica sobre sencillez de las cosas y la complicación humana. Le platica en voz alta su terrible sentimiento de artificialidad hasta que las palabras lo llevan a la empatía por la sonrisa azul, inerte. Se acerca, lo abraza, le habla al oído, lo peina. Lo llama amigo, único amigo. Y lo patea envuelto en coraje.

Abre la ventana, mira al horizonte y suspira. Observa el largo patrón que hacen las pequeñas ventanas de los demás edificios. Siente una brisa de polvo y decide seguirla. Se encorva como bulto camino abajo. Escucha un leve silbido, suelta una lágrima. Golpea contra el pavimento en un crujido silencioso.

La gente se aglomera en un círculo que crece a oleadas. Mira al cadáver. Se escucha un murmullo cada vez más fuerte. Son ya cientos de personas. Un hombre de cuarenta años observa la ventana abierta del departamento 904. Un policía, tras inspeccionar al cuerpo, busca algún conocido del joven difunto. Muchos vecinos vieron pasar a Xiao Lu, pero ninguno sabe su nombre.