sábado, 24 de noviembre de 2007

Decidió adelantar

Roberto Ramírez era una persona común hasta ese día rumbo al trabajo. A las 7 de la mañana, sale de su casa, toma la ruta acostumbrada. Cruza Insurgentes y llega a Revolución para dar vuelta a la derecha rumbo el centro de la ciudad. Sin haber avanzado demasiadas cuadras, ve el Vips que ve todos los días en la esquina de no sé que calle. Se detiene en el estacionamiento, baja del coche y pide una mesa.

De forma insólita, Roberto Ramírez decide adelantar una labor intrascendental hasta ese día. En punto de las tres de la tarde, cerraba la laptop, avisaba a la secretaria y caminaba hasta otro Vips, en la calle de Durango en la Colonia Roma. Ahí pedía menú, agua del día y consomé de pollo.

Se sienta, una señorita le da los buenos días y le sugiriere algunos platillos para el desayuno. Roberto Ramírez pide menú. La señorita le dice que sólo se sirven a partir de la una. Roberto Ramírez descubre que se encuentra en un Vips, a las 7:30 de la mañana, y llegará tarde al trabajo.

Roberto Ramírez guarda silencio durante un minuto. Se pone de pie, sale del restaurante y camina tres cuadras. Entra en un edificio de oficinas, sube al cuarto piso, saluda a la secretaria, ingresa a la oficina. Abre la laptop del Ing. López Vicencio. Comienza a adelantar el trabajo que tendría que hacer esa tarde.

El Ing. López Vicencio no salió de su casa. Decidió adelantar la comida y se encuentra sentado a la mesa esperando la llegada de su esposa. No se da cuenta que llegará tarde al trabajo y contempla una ardilla que se come a los malvones de la ventana.

La Sra. de López está parada a unos pasos de la puerta de la escuela. Decidió adelantar pasar a recoger a sus hijos. Otras señoras están con ella, pero no se arma ningún bullicio. Todas miran fijamente la puerta de la entrada en espera de su apertura.

Dentro de la escuela, la maestra Clotilde decidió adelantar la hora del recreo. Está parada afuera del salón fumando cigarros, lleva cinco. Los niños no salieron a jugar, decidieron adelantar el dictado y escuchan fijamente el rumor del viento.

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